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CYBERJOURNAL FOR PENTECOSTAL-CHARISMATIC RESEARCH

 

 

LA PALABRA Y EL ESPÍRITU

EN LA VIDA DE LA IGLESIA

 

By

 

Dr. David E. Ramirez

 

“Pero cuando venga el Espíritu Santo sobre ustedes, recibirán poder y serán mis testigos tanto en Jerusalén como en toda Judea y Samaria, y hasta los confines de la tierra.”[1]

 

 

 

Introducción.

El propósito de esta presentación es mostrar la unión, relación y función bíblico - teológica de La Palabra y El Espíritu en la vida de la Iglesia.

Un clamor cada vez menos silencioso se viene manifestando en la iglesia cristiana donde se percibe una clara polarización - distanciamiento, o en el mejor de los casos, una relación injusta entre La Palabra y El Espíritu en la vida de la Iglesia.  Este fenómeno divide a la iglesia y la hace menos eficiente al no usar la totalidad de los recursos que Dios le ha dado para ser y hacer la misión.   Felicito a la FTL por ser sensibles al clamor de La Iglesia, de La Palabra y del Espíritu en su afán de buscar y recuperar una perspectiva más fiel de la dinámica, que las Sagradas Escrituras afirman acerca del rol de estas dos personas de la Trinidad.  El compromiso evangélico con las Escrituras y el compromiso carismático de una vida llena del Espíritu Santo[2] como elementos vitales y centrales en la vida de la iglesia, serán nuestra preocupación fundamental.  Fue Tertuliano, el gran anciano de la iglesia en el Siglo III quien dijo que “las dos manos de Dios el Padre son la Palabra y el Espíritu”. Aplaudo a la directivos de CLADE IV por traernos estas dos manos juntas.

 

Espíritu Palabra / Palabra Espíritu.

“Sin la misión del Espíritu la misión del Hijo no hubiera tenido fruto; sin la misión del Hijo el Espíritu no hubiera sido enviado”[3]

Como Barth, Ramm pronto comenzó a enfatizar el trabajo de iluminación del Espíritu Santo al hacer de las Escrituras Palabra de Dios.  Ramm argumentó que la revelación siempre ocurrió en una estructura doble; la verdad objetiva (Palabra) y subjetiva (Espíritu).  Afirmando el entendimiento trinitario de Barth de la estructura de la revelación, donde Dios da Su Palabra y envía a Su Espíritu para dar testimonio y ministrar Su Palabra.  Ramm enfatiza que el testimonio del Espíritu no solo produce conocimiento de Dios; sino produce regeneración espiritual.  Enfatiza que no se puede aislar la Palabra del Espíritu ya que el conocimiento de Dios se obtiene con el Espíritu Santo y las Sagradas Escrituras,[4] como el profesor necesita de la gramática y ésta requiere del profesor.

Moltmann insiste que no hay duda en cuanto a la importancia de la Palabra y el Espíritu, debido a que ambos se relacionan mutuamente.  El Espíritu, a pesar de sujetarse a la Palabra, no está limitado a la Palabra.  El Espíritu puede trabajar allende la eficacia de las palabras, penetrando en el corazón y la conciencia.[5]

Steven Land sostiene que los pentecostales creen que la Biblia es la Palabra de Dios escrita.  La mayoría de ellos se suscribe a alguna forma de inspiración verbal, infalible.  Los escritos oficiales pentecostales se han copiado generalmente de los documentos evangélicos y no reflejan con exactitud la realidad de las Escrituras como Espíritu-Palabra.  El Espíritu que inspiró y preservó las Sagradas Escrituras ilumina, enseña, guía, convence y transforma a través de la Palabra hoy.  La Palabra está viva, es rápida y poderosa debido al ministerio del Espíritu Santo.  La relación del Espíritu con las Escrituras está basada en la relación del Espíritu con Cristo.  Así como el Espíritu formó a Cristo en María, el Espíritu usa las Escrituras para formar a Cristo en los creyentes y viceversa.[6]  La predicación, enseñanza y testimonio ungido evidencian su integridad, es esta fusión del Espíritu y la Palabra, Espíritu y Cristo.  Al respecto Padilla indica que:

“Las Escrituras no cumplen su función aparte de la obra que el mismo Espíritu

que las inspiró realiza en el corazón del hombre.  El Cristo documentado cobra

realidad presente únicamente mediante el testimonio Spiritus Sancti. La Palabra

y el Espíritu son inseparables; la  bibliología y la pneumatología se complemen-

tan mutuamente.  La Biblia representa el aspecto objetivo de la revelación; el Es-

píritu el subjetivo.  Los dos aspectos, el objetivo y el subjetivo se encuentran en

la experiencia cristiana.  Dicho de otro modo: la Biblia no es sólo el registro de

la revelación que se dio en el pasado, sino también el medio que el Espíritu utiliza

para comunicar el conocimiento de Dios en el presente.”[7]

 

Padilla cita a Bernard Ramm que escribe que “es la luz interior del Espíritu la que ‘energiza’ la verdad objetiva de la Palabra y la transforma en vida”[8]

Scott A. Ellington observa que Land desafía la práctica Pentecostal de adoptar sin mayor crítica de los círculos evangélicos sus declaraciones en cuanto a la inspiración de las Escrituras.  El entiende que las Escrituras son ‘Espíritu-Palabra’, esto es, la interacción dinámica del texto escrito y el Espíritu Santo.  El Espíritu estaba sobre la iglesia.  El Espíritu precede a las Escrituras.  Por esto insiste Land que el orden de autoridad era el Espíritu, las Escrituras y la Iglesia.  Sin el Espíritu no tendríamos Palabra, encarnada o escrita; sin el Espíritu no hay iglesia. En la práctica esto quiere decir que la predicación o la profecía (o su equivalente, lenguas e interpretación) debían ser probadas por las Escrituras en la comunidad de creyentes ‘llenos del Espíritu.’[9]

El Espíritu es el Espíritu de Cristo quien habla escrituralmente; pero también tiene más que decir que las Escrituras.   El Espíritu-Palabra dirige la vida de todos los días y testifica a los creyentes y a la iglesia a medida que son guiados a toda verdad.  El Espíritu y la Palabra están unidos, casados y solo pueden ser separados o divorciados a un gran costo y peligro para la iglesia.   La Palabra viene en palabras y en poder y demostración del Espíritu.  Si no se comunica de la totalidad del Espíritu, entonces la comunicación no es del todo escritural.  Si no es escritural, a pesar de tener características carismáticas, no es espiritual, no es del Espíritu Santo.[10]  Al respecto René Padilla argumenta que “una de las características más comunes de la predicación en las iglesias evangélicas en América Latina es su falta de raíces bíblicas.  Pese al común asentamiento a la autoridad de la Biblia, en la práctica hay una falta pasmosa de seriedad frente a la revelación escrita.”[11] Al mismo tiempo se debería comentar que otra de las características comunes de la predicación en las iglesias evangélicas es la falta de unción y pasión, de Espíritu en la proclamación de la Palabra.  Si el  predicador no transmite la pasión de Dios en su mensaje, no logra comunicar el latir del corazón de Dios.   Si la comunicación no es espiritual, a pesar de tener características bíblicas, no es espiritual.

 Este discernimiento convoca a una comunidad quien está formada en el Espíritu por todo el consejo de Dios.  Cada persona como portador del Espíritu es un escucha de la Palabra y viceversa.  Los portadores de la Palabra son aquellos quienes escuchan lo que dice el Espíritu a la iglesia.  Dentro de los círculos Pentecostales si la congregación no responde al predicador (ra), usualmente quiere decir que él o la predicadora no está ungida o no está predicando la Palabra.  Cuando la unión del Espíritu-Palabra se viola la congregación retiene su ‘¡Amén!’[12] (Espero que el silencio de ahora no refleje lo mismo).

Según Padilla la conclusión es ineludible: “ … si no hay exposición seria del Evangelio, ‘conforme a las Escrituras’ (según la expresión neotestamentaria), inclusive la conversión corre el riesgo de ser espuria.”[13] También agregaríamos si no hay exposición seria del Evangelio, ‘conforme al Espíritu’ (según la expresión neotestamentaria), aún la conversión y la misión corre el riesgo de ser espuria. 

El  Rol del Espíritu Santo y la Palabra en Hechos.  

Lucas comienza su segundo volumen con un corto prólogo a Teófilo.  Este segundo prólogo revisa al del “primer libro”, Lucas, el cual contiene “un relato de las cosas que se han cumplido entre nosotros, tal como las transmitieron los que desde el principio fueron testigos presenciales y servidores de la palabra,”[14] refiriéndose a que Jesús continuaría su tarea en este segundo volumen.  Jesús aparece claramente en Hechos (1:2-9; 2:33; 7:56; 9:3-6; 18:9-10), pero la mayor parte de su tarea la realizan los discípulos bajo el poder del Espíritu Santo en el nombre de Jesucristo.[15]  Lucas nos recuerda que el mismo Jesús (Palabra) obra en el poder del Espíritu; “luego de darles instrucciones por medio del Espíritu a los apóstoles que había escogido.”[16]  Desde aquí en adelante será el Espíritu quien dará las instrucciones a la iglesia.   Es a partir de estos primeros versículos de Hechos que observamos la unidad, relación y función entre la Palabra y el Espíritu.[17] 

Edward Irving observa que las palabras y obras de Jesús fueron una manifestación del bautismo con el Espíritu.  Su tarea mesiánica consistía en esto.  Jesús fue confirmado por la Palabra de Dios y el Espíritu como el Mesías.[18]  El Espíritu descendió sobre él en la forma de paloma y una voz del cielo que decía “ Tú eres mi Hijo amado; estoy muy complacido contigo.”[19]  De la misma manera Dios una vez le dijo a Moisés “Israel es mi primogénito.”[20]  Después del Jordán, Jesús fue probado en el desierto por cuarenta días.[21]

También Moisés e Israel fueron probados después del éxodo en el desierto por cuarenta años.[22] Suurmond comenta que Moisés dio la Torá; Jesús fue la Torá. Moisés siguió la columna de nube y de fuego de Dios; Jesús fue la  Palabra y  recibió en él, el Espíritu.[23]

Poder para el Servicio.  Un poder mucho más grande y noble que el poder político sería de ellos.  Con el Espíritu Santo serían investidos de poder celestial, similar al que le permitió llevar a cabo poderosas obras haciendo efectiva su predicación.  “Así como Jesús había sido ungido en su bautismo con el Espíritu Santo y con poder, así sus seguidores ahora iban a ser ungidos de modo similar y capacitados para llevar a cabo su obra.”[24] 

En las últimas palabras de Jesús el Espíritu Santo es caracterizado como el poder para el testimonio, “Pero cuando venga el Espíritu Santo sobre ustedes, recibirán poder y serán mis testigos…”[25] Al parecer Lucas une estas expresiones con la escena final del Evangelio a través de la repetición de los términos ‘poder’ (dunamis)[26] y ‘testigos’ (martures)[27].  Jesús los llama ‘testigos de estas cosas’. Esta expresión tiene una doble función; son testigos de Jesús y sus representantes.  Este verbo que se usó en el Koiné del Nuevo Testamento tiene varios sentidos de acuerdo a los dialectos de la Antigua Grecia.  En el dialecto jónico significa: ‘declarar’, decir la ‘verdad’, ‘confrontar’, ‘hablar con seguridad’, ‘hablar con conocimiento’.

Al mismo tiempo en el dialecto ático, tiene un sentido más de martirio, que es lo que se ‘declara’ o se ‘testifica’.  Implica exponer su propia vida en honor a la verdad.  Es un testimonio que hace referencia a la vida misma que se expresa en palabras y obras.[28]  Este término hace referencia desde el simple hecho de declarar con palabras o anunciar una verdad por la que se es testigo, invade la propia existencia del que la anuncia, implicando su testimonio y su integridad.

Morris argumenta que en el Evangelio de Juan, es Juan el Bautista quien da testimonio de Jesús como el Mesías e Hijo de Dios.[29] A través de todo el Evangelio de Juan, Jesús es el objeto del testimonio de todo tipo de personas.  En Juan 2: 23-25 los prodigios y milagros son asociados con el martureo de Jesús.  Jesús comisionó a sus discípulos para ser sus testigos en Juan 15: 27.  El evangelista manifiesta con claridad en Juan 19:35 que el propósito de su testimonio es traer fe en Jesucristo a sus lectores.  Martureo (testimonio) contiene una dimensión de proclamación pública de la persona y obra de Jesús.  Entonces, el testimonio (martureo) debe informar nuestro entendimiento de la definición bíblica de la predicación.[30]

Bruce argumenta que “a menudo se ha señalado que los términos geográficos del v.8 proveen una suerte de ‘índice temático’ de Hechos. ‘Ustedes serán mis testigos’ puede considerarse un anuncio del lema del libro.”[31]  El tema dominante de la pneumatología de Lucas en su presentación a la iglesia antigua es “Nosotros somos testigos de estos acontecimientos, y también lo es el Espíritu Santo que Dios ha dado a quienes le obedecen.”[32]

La transmisión de la responsabilidad de la predicación de Jesús a sus discípulos es clara en los Evangelios,[33]particularmente esta transmisión es clave después de la resurrección de Jesús.  Los cuatro Evangelios hacen referencia a esta actividad.  En Mateo 28: 19-20 es la Gran Comisión, en Juan 20: 21-23 la comisión consiste en términos de ser apóstoles de la paz y perdón de Dios, “Entonces Jesús les dijo otra vez: Paz a vosotros.  Como me envió el Padre, así también yo os envío.  Y habiendo dicho esto, sopló, y les dijo: Recibid el Espíritu Santo. A quienes remitiereis los pecados, les son remitidos; y a quienes se los retuviereis, les son retenidos.”[34]  Marcos lo registra en el Capítulo 16: 15-20, y les dijo: “ Id por todo el mundo y predicad el evangelio a toda criatura.  El que creyere y fuere bautizado, será salvo; mas el que no creyere, será condenado.  Y estas señales seguirán a los que creen: En mi nombre echarán fuera demonios; hablarán nuevas lenguas; tomarán en las manos serpientes, y si bebieren cosa mortífera, no les hará daño; sobre los enfermos pondrán sus manos, y sanarán.”  Después de esto Jesús fue tomado al cielo y se sentó a la diestra del Padre.  Los discípulos fueron y predicaron en todos los lugares, a medida que el Señor trabajaba con ellos confirmando su mensaje con señales y milagros.  Amén!

Los elementos notorios en estos pasajes son: (1) Antes, a los discípulos se les limitó los lugares de predicación; ahora son comisionados a llevar el evangelio a toda la creación, y (2) Los milagros y señales acompañan la predicación de los apóstoles (son señales más espectaculares que las mencionadas anteriormente). 

Lucas también menciona esta transmisión de la predicación a los discípulos en el Capítulo 24: 44-49.  Esta aparición pos-resurrección de Jesús de alguna manera representa el despegue del libro de los Hechos, donde la predicación en el poder del Espíritu Santo son temas que se reiteran y relacionan entre si.  Jesús les dice: “Estas son las palabras que os hablé, estando aún con vosotros: que era necesario que se cumpliese todo lo que está escrito de mí en la ley de Moisés, en los profetas y en los salmos.  Entonces les abrió el entendimiento, para que comprendiesen las Escrituras; y les dijo: Así está escrito, y así fue necesario que el Cristo padeciese, y resucitase de los muertos al tercer día; y que se predicase en su nombre el arrepentimiento y el perdón de los pecados en todas las naciones, comenzando desde Jerusalén.  Y vosotros sois testigos de estas cosas.  He aquí, yo enviaré la promesa de mi Padre sobre vosotros; pero quedaos vosotros en la ciudad de Jerusalén, hasta que seáis investidos de poder desde lo alto.” 

Cinco elementos se encuentran en este pasaje que nos informan de la actividad de la predicación apostólica: (1) Jesús une la predicación con el hecho de entender completamente las Escrituras. (a) Jesús les dice a sus discípulos que sus palabras y ministerio son el cumplimiento de las  Escrituras. (b) Las Escrituras deben ser predicadas en su totalidad. (c) Jesús abre sus mentes para que entiendan mejor las Escrituras. (2) La muerte y resurrección de Jesús son el mensaje central que debe ser predicado junto con la predicación del arrepentimiento y perdón de pecados. (3) Esta predicación debe ser realizada en el nombre de Jesucristo. (4) Los discípulos tienen que llevar este mensaje a todas las naciones comenzando en Jerusalén.  (5) La nueva predicación apostólica solo puede ocurrir en el poder del Espíritu Santo.

Los discípulos fueron designados a ser ‘testigos’ de la vida, muerte, resurrección y ascensión de Jesús[35] en el poder del Espíritu.

Shepherd observa que al ser removido físicamente Jesús de sus discípulos nos recuerda la historia de la transición del poder profético entre Moisés y Josué[36] y en especial entre Elías y Eliseo[37]. Lucas hace una clara conexión entre el Espíritu y la tradición profética.  Jesús, un profeta como Moisés, ahora pasa su manto a los discípulos quienes actuarán en términos proféticos[38].  En Hechos 1:8 Jesús indicaba que la venida del Espíritu Santo era para equipar / habilitar (empoderar-potencializar) el testimonio de los discípulos.  Es claro que en el cumplimiento de la promesa Lucas no está enfatizando el arrepentimiento, la confesión inicial de Jesucristo como Señor o el bautismo de los discípulos; sino más bien a un testimonio inspirado por el Espíritu Santo. “Todos fueron llenos del Espíritu Santo y comenzaron a hablar en diferentes lenguas, según el Espíritu les concedía expresarse.”[39]

James Shelton[40] argumenta que el lenguaje de Lucas demuestra que más que la conversión tiene en su mente el testimonio.  Describe a los beneficiarios del Espíritu Santo en los mismos términos en que presentó en el Evangelio a los testigos en la narrativa de la infancia.  Ellos dieron testimonio inspirado cuando fueron ‘llenos del Espíritu Santo’ o cuando el Espíritu vino sobre ellos.’[41]  Lucas no tenía en mente el arrepentimiento al describir la experiencia de Jesús lleno del Espíritu Santo al volver del Jordán, al ser llevado el desierto, al regresar a Galilea en el poder del Espíritu o al predicar en la sinagoga citando Isaías 4:19.

“El Espíritu del Señor está sobre mí, por cuanto me ha ungido para anunciar

buenas nuevas a los pobres. 

Me ha enviado a proclamar libertad a los cautivos

y dar vista a los ciegos,

a poner en libertad a los oprimidos,

a pregonar el año del favor del Señor”[42]

 

Para Lucas, la experiencia del bautismo en el Espíritu Santo es con el propósito de equipar / habilitar la vida del creyente para el servicio.[43] 

Juan el Bautista contrastó su ministerio con el del Mesías diciendo “Yo los bautizo a ustedes con agua…pero está por llegar uno más poderoso que yo,…Él os bautizará con el Espíritu Santo y fuego.”[44] Anticipando su inmanente ascensión, Jesús prometió el Espíritu a sus discípulos como una bendición “ …dentro de pocos días ustedes serán bautizados con el Espíritu Santo,”[45]  “recibirán poder y serán mis testigos.”[46]

Roger Stronstad cita a Talbert quien hace un paralelo entre los episodios de Jesús y los discípulos:  1) tanto Jesús como los discípulos están orando, 2) el Espíritu desciende después de sus oraciones, 3) hay una manifestación física del Espíritu, y 4) el ministerio de Jesús y el de los discípulos comienza con un sermón temático-narrativo de lo que sigue, hacen referencia al cumplimiento de la profecía y hablan del rechazo a Jesús.[47] 

Este paralelismo, observa Stronstad, indica la equivalencia funcional de ambos eventos.  Así como el don del Espíritu a Jesús inauguró y equipó / habilitó su ministerio, más allá del significado que tiene el bautismo en el Espíritu en otros contextos, tiene el mismo significado primario carismático para la misión de los discípulos.  El derramamiento del Espíritu Santo sobre los discípulos en el día de Pentecostés cumple la promesa de poder para la misión[48] (Hechos 1:8).  Este poder no es una fuerza impersonal y ambigua, tampoco es solo una energía, en realidad es una manifestación del Espíritu Santo.  Esta promesa también revela el propósito del don del Espíritu: es para ser testigos.  Testigos de la vida, muerte, resurrección y ascensión de Jesús,[49]que inicia con la predicación ungida en la experiencia del Pentecostés. 

La predicación de Pedro es característica en el libro de los Hechos.  Entonces, el don del Espíritu es para equipar y liberar con poder a los discípulos para el servicio.

Orlando Costas en su aporte El Protestantismo en América Latina Hoy escribe:

“El Espíritu Santo…es enviado por el Hijo y el Padre (Jn. 14:26; 16:7) para que represente al Hijo, recordando todo lo que él había enseñado y glorificándolo.  Además de enseñar, guiará, consolará y capacitará al pueblo para cumplir con su misión (Jn. 14:26; 16:13,14; Hch. 1:8)”[50]

 

C. Johns citando a Sims observa que el Espíritu de poder en ningún caso fue dado ni demostrado solamente con el fin de impresionar o asombrar a las personas sino para transformar la vida humana y dibujar la historia de acuerdo con la voluntad divina.[51]

Además de equipar / habilitar a los creyentes para la misión, el Espíritu Santo es dado a la iglesia para que experimente lo que Sims ha llamado ‘poder de sufrimiento’.[52]  Johns escribe que esta paradoja se actualiza en la habilidad de sufrir y sujetar la voluntad que desea poder y realización personal.  Es el poder de renuncia que contiene poder transformador sobre la sociedad.[53]  Costas añade que esta vocación apostólica se ve claramente a lo largo del Nuevo Testamento.  La iglesia es enviada a buscar bajo la dirección del Espíritu, las otras ovejas del redil.  Es constituida sal de la tierra y, por tanto, enviada a darle sabor y preservarla.  Es agente de reconciliación, es comunidad sacerdotal y profética, llamada a ser un testimonio vivo de las virtudes de Dios y a comprometerse con los que sufren.[54]

Es claro que la perspectiva Lucana de la Pneumatología es distinta, aunque no se opone, a la de Pablo.  Da la impresión que la lectura tradicional que hemos hecho del Espíritu Santo ha sido más desde los ojos de Pablo, quien entiende al Espíritu fundamentalmente desde la sotereología y no hemos considerado seriamente la intención clara de Lucas al describirnos al Espíritu con un motivo misional; inspirar y equipar para el testimonio. 

Al parecer su objetivo principal no es la salvación; sino el poder o los recursos espirituales que el Espíritu nos da para hacer la misión. 

La Vida de la Iglesia en la Palabra y el Espíritu.

Es hora de retornar a los Hechos de los Apóstoles desde la visión de Lucas.  Esto nos enseñará el rol vital del Espíritu en la predicación y testimonio. Este mensaje y testimonio de vida hará que la gente nos plantee las preguntas correctas.  ¿Qué preguntas nuestra sociedad le está haciendo a la iglesia hoy?.  ¿Será que están preguntando algo?  ¿Le interesará a la gente de hoy preguntarle algo a la iglesia?  En caso de que estén preguntando, ¿qué está informando sus preguntas?  ¿Será que son preguntas que nacen de lo que Dios está haciendo a través de los discípulos, o por lo menos de lo que Dios no está haciendo en sus vidas? 

¿Será que la gente latinoamericana está maravillada por algo de lo que hace la iglesia?  ¿Qué nuevos paradigmas ofrece la iglesia en América Latina que confunda a la sociedad y que los deje pasmados? ¿Qué idioma está hablando la iglesia?  ¿Cuándo fue la última vez que dejamos desconcertada y perpleja a nuestra comunidad no cristiana para que nos hagan la pregunta; “¿Qué quiere decir esto?”[55]¿Cuándo fue la última vez que nos llamaron los gobernantes y los líderes de nuestra comunidad para preguntarnos?… “¿Con qué poder, o en nombre de quién, hicieron ustedes esto?”[56]

Como preguntara Darío López en un mensaje reciente, ¿qué hizo que Pedro, siendo un pobre hombre de mar, sin educación teológica ni experiencia en el discurso público, se parara y hablara a voz en cuello para interpretar con certeza y exactitud los escritos de Joel?.[57]  Luego proceder a dar todo un discurso cristológico extraordinario concluyendo que: “ A este Jesús, Dios lo resucitó, y de ello todos nosotros somos testigos.  Exaltado por el poder de Dios, y habiendo recibido del Padre el Espíritu Santo prometido, ha derramado esto que ustedes ahora ven y oyen.”[58]  ¿De dónde viene la fuerza para la misión?, ¿Quién inspira nuestra vida y ministerio?, ¿Quién dinamiza el ministerio?, ¿Qué está inspirando e informando nuestro discurso teológico?.  No se puede obviar la presencia del Espíritu en la iglesia inicial.[59]  Nos ocupamos tanto en el discurso que no tomamos tiempo para discernir la presencia y actividad del Espíritu Santo: “Los cristianos están llamados a discernir, no a controlar el Espíritu”.[60] El Espíritu es una presencia autoritativa que dirige a la iglesia en su confrontación con el mundo.  Es nuestro testimonio de palabra y vida lo que revela a Cristo causando una respuesta en las personas.  La pregunta que nos confronta es “¿Qué está diciendo el Espíritu a la iglesia a través de la Palabra en cuanto a nuestra vida y al mundo en el cual vivimos?.[61]  Cuando el Espíritu trabaja junto con la Palabra la gente puede ver y oír.  Cuando la gente logra entender la acción de Dios no les queda otro remedio que hacer la pregunta; “¿qué debemos hacer?”.[62] Solo el Espíritu puede darle vida a las palabras transformándolas en agentes de cambio que calan hasta lo más profundo del ser dejando a la persona maravillada de la acción divina.  Solo el Espíritu puede movilizar y empoderar un testimonio que invite a las personas a seguir a Cristo empatizando con la suerte del prójimo y procurando cambiarla por medio de acciones de justicia y misericordia.  Es este Espíritu que genera un mensaje de esperanza no solo de nuevos cielos; sino de una nueva tierra, que haga que surja la imaginación y la visión en las personas permitiéndoles ver por fe un tiempo de justicia, amor y paz en América Latina.

Aunque gran parte de la tarea de la iglesia es ‘comunicar’ el evangelio de nuestro Señor Jesucristo en palabras y hechos, no debemos olvidar que nuestra tarea fundamental es ser testigos (con toda nuestra vida) de Jesús, quien trae a la gente a la salvación eterna. Lo lamentable, es cierta tendencia misionera que reduce esta  ‘comunicación’ a una mera técnica de mercadeo haciendo del producto algo que le llaman la ‘salvación’.  El consumidor es el pecador y el que hace el negocio es el misionero, evangelista o líder eclesiástico.  El misionero entra y sale de este castillo donde se mercadea la ‘salvación’, involucrándose casi nada en la sociedad del consumidor.  Lo que falta en dicha acción es una vida comprometida y que acuse redención en la sociedad.  La vida y obras de Cristo fueron redentivas y revelatorias (Palabra / Espíritu).  Nuestra vida nunca podrá ser redentiva al estilo de Jesús, pero no puede haber una ausencia de vida redentiva en la sociedad donde Dios nos ha puesto.  Solo el equilibrio entre una vida redentiva con el aspecto comunicacional del evangelio evitará caer en el profesionalismo y en la comercialización de la tarea misionera de la iglesia.[63] 

Esto solo es posible cuando el Espíritu y la Palabra se encarnan en nuestra vida y por ende en la sociedad donde vivimos.  Al comunicar el evangelio (Palabra) también debemos ser proféticos (Espíritu) desafiando así los valores de la sociedad que conducen a la sociedad a la alienación, opresión y crimen social.  En otras ocasiones seremos llamados a invertir el resto de nuestra vida con una sincera compasión a responder a las necesidades de los pobres, huérfanos, familias quebrantadas, la ancianidad – y a todo lo que nos rodea.  En los tiempos de persecución el llamado será a defender el Evangelio y nuestra lealtad al nuestro Señor Jesucristo, la cual será fuertemente probada.  Pero sobre todo debemos indicarles a las personas el camino del Señor y la salvación que El lleva gratuitamente a los que creen en El.[64]

Sobre todo la iglesia es una comunidad carismática.  El Espíritu del Cristo viviente que está dentro de la comunidad lleva consigo de una manera multiforme y universal todos los dones necesarios para su vida y misión.  La iglesia es una comunidad carismática en relación a su misión y ministerios, vida y vocación.[65] Solo cuando la comunidad de fe responde fielmente a su naturaleza y origen, tiene el poder para transformar la vida, dándole dirección y energía, pasando su experiencia de una generación a otra.[66]

El Espíritu Santo tiene un trabajo permanente en la vida de la iglesia.  El ilumina las Escrituras dando nuevo entendimiento y dirección para la vida y misión de la iglesia.  Este endendimiento se distingue de la revelación la cual reside solo en las Escrituras.  Además de la iluminación hay varias manifestaciones de los dones del Espíritu que sirven para empoderar y dirigir la vida de la comunidad.[67]

Newbigin insiste que es absurdo poner como oponentes a las obras (Espíritu) y la Palabra[68]. La realidad central es una vida total en la comunidad empoderada por el Espíritu Santo para vivir en Cristo, compartir su pasión en el poder de su resurrección.  A veces es  la Palabra la que trae una nueva visión, en otras ocasiones es el Espíritu que hace temblar toda la estructura tradicional y conformista.  Cada uno se sostiene y se interpreta con el otro.  Las palabras explican los hechos, y los hechos validan las palabras.  Donde la comunidad vive en fidelidad el Espíritu se manifiesta.

El gobierno de Dios no es alternativo donde la iglesia deba definirse por un testimonio evangelístico o por una opción de justicia y paz en el mundo.  El testimonio no es testimonio si no lleva consigo un mensaje de unidad, justicia y paz. 

            Dios nos ha convocado en este CLADE IV en Quito, Ecuador, para juntar las dos manos de Dios:  El Espíritu y la Palabra que hablaron a través de los profetas; el Espíritu que llenó la vida de Jesús (Palabra) llevándolo a identificarse con los pobres y marginados empoderando su ministerio del Reino de Dios; y el Espíritu manifestado en el día de Pentecostés como la presencia continua y universal de la obra de Jesús, alcanzando a través de su testimonio hasta lo último de la tierra, para dar cumplimiento a la promesa bíblica de un nuevo cielo y una tierra nueva, donde la justicia y compasión reine. Amén!

 

Conclusiones

1.      Algo tiene que pasarnos como comunidad cristiana para que seamos vistos como alternativa de comunidad.  Hoy por hoy, por lo que observo, todavía no somos noticia que acuse un modelo a seguir por nuestras sociedades.  Nuestra fragmentación, enemistades, celos, falta de amor, autoritarismos teológicos, parroquialismos eclesiásticos, intolerancia, absolutismos caprichosos, pornografía eclesíastica (placer religioso sin responsabilidad ni compromiso), clericalismos enfermisos, falta de solidaridad comunitaria (dentro de nuestras filas cristianas), descuido de nuestras viudas, niños, jóvenes, ancianos, medio ambiente y comunidad; indiferencia al hermano, al pastor de la otra iglesia, por mencionar algunos; lo que no representa un modelo paradigmático que seduzca a los pueblos y estados a preguntarnos las posibles soluciones a sus problemas.  Es utópico pensar en tener poder para cambiar las grandes estructuras socio-económicas y políticas si  no nos da “el cuero” (si no tenemos poder) para ser un micro modelo de comunidad que funcione de acuerdo a los principios del Reino de Dios. 

2.      Si la Palabra representa a las iglesias históricas y evangélicas y el Espíritu a las iglesias pentecostales – carismáticas, es hora de juntarlas para permitir que el poder  generado en el encuentro de la Palabra y el Espíritu de Dios traiga vida a la iglesia, para que sea un testimonio modelador de vidas que transformen a las personas y sociedades.

3.      Necesitamos convertirnos en una comunidad de adoración, de verdad, de amor, de servicio, y sobre todo, debemos convertirnos en una comunidad de esperanza.  Si nuestra intención es predicar y lograr un nuevo orden social en la nación es imperativo, primordial, urgente, necesario y vital que desarrollemos en el poder de la Palabra y del Espíritu, un nuevo orden social dentro de nuestra comunidad de fe.

4.      Usemos este CLADE para generar una agenda de unidad intencional, que fomente un nuevo orden social en la vida de la iglesia, que se fundamente en la Palabra y el Espíritu.  La unidad sólo será posible si aceptamos nuestras diferencias, reafirmamos lo esencial y nos comprometamos  todos con una misión integral. 

“Los apóstoles, a su vez, con gran poder seguían dando testimonio de la resurrección del Señor Jesús.  La gracia de Dios se derrama abundantemente sobre todos ellos, pues no había ningún necesitado en la comunidad”[69]

 



[1] La Santa Biblia.  Nueva Versión Internacional,  Miami: Sociedad Bíblica Internacional, 1999.

[2] Amos Yong.  Sostiene la necesidad de reconciliar ambos elementos y redescubrir su unidad teológica y una cosmovisión que abrigue toda la vida, esto lo dice en diferentes niveles; en las Escrituras, el rema (Palabra) y los dones carismáticos, Cristo y el Espíritu, lo objetivo y lo subjetivo en el concierto de lo concreto y lo dinámico en relación a la realidad.  Entiende una cosmovisión entera, quiere decir inclusiva—como evangélico y pentecostal.  Conversación sostenida vía E. mail.  Agosto 2000. 

[3] H. B. Swete, The Holy Spirit in the New Testament (1910; repr. ed. Grand Rapids: Baker, 1964 206.

[4] Gary Dorrien, The Remaking of Evangelical Theology, Kentucky: Westminster John Knox Press, 1998.

[5] Jurgen Moltmann, Christian Theology and its Problems Today, in The Experiment Hope, ed. and trans. M. Douglas Meeks.  Philadelphia: Fortress Press, 1975,  6-8.

[6] Steven J. Land.  Pentecostal Spirituality A Passion for the Kingdom.  Sheffield: Sheffield Academic Press, 1993.  100.

[7] René Padilla. El Debate Contemporáneo sobre la Biblia. Barcelona: Ediciones Evangélicas Europeas, 1972. 139.

[8] Bernard Ramm, The Witness of the Spirit.  65-70

[9] Land. op. cit.,100

[10] Ibid., 100

[11] Padilla. op. cit., 139

[12] Land., op. cit., 101.  Land no niega la existencia de ignorancia de la Palabra, inmadurez espiritual, charlatanería con motivos particulares, aquellos que no distinguen entre la exuberancia de la unción genuina, etc.  Esto si afirma la práctica común informada por años de experiencia ‘probando los espíritus’.

[13] Padilla. op. cit., 139.

[14]Lucas 1:1,2.

[15] William H. Shepherd, Jr.  The Narrative Funtion of the Holy Spirit As A Character in Luke-Acts, Georgia: Scholars Press, 1993. 154.

[16] Hechos 1:2.

[17] Desde ya esta unidad se manifiesta con claridad en el Antiguo Testamento, Evangelios, Cartas Pastorales y Apocalipsis. 

[18] Lucas 3: 21-22.

[19] Lucas 3: 22.

[20] Éxodos 4: 22.

[21] Lucas 4: 1-13.

[22] Jean-Jacques Suurmond.  Word and Spirit at Play-Toward a Charismatic Theology. Michigan: Grand Rapids, 1995., 107-108.

[23] Ibid. p.108.

[24] F. F. Bruce, Hechos de los Apóstoles. Buenos Aires: Nueva Creación, 1998.  50.

[25] Hechos 1: 8.

[26] Lucas 24: 49.

[27] Lucas 24: 48.

[28] Yattenciy Bonilla.  Martureo. Semisud, 2000. Lorenzo Parra.  Palabras Claves del Nuevo Testamento, Tomo I.  España: Ediciones Sígueme.

[29] Leon Morris.  The Gospel According to John.  Grand Rapids: Wm.B. Eerdmans Publishing, 1971. 89-90.

[30] Paul Cross.  Tesis Doctoral: La Predicación Hoy.  2000. No está publicada.

[31] Bruce., op. cit. Pág. 50.

[32] Hechos 5: 32.

[33] Mateo 10: 5-15;  Lucas 10: 1-24; Lucas 8: 1-3, Marcos 5: 19-20; Lucas 9: 59-60.

[34] La Santa Biblia, Antigua Versión de Casiodoro de Reina, revisión 1960.

[35] Hechos 2: 32; 3: 15; 5: 32; 10:39, 41; 13:31; 22:15. 

[36] Deuteronomio 34: 9.

[37] 2 Reyes 2: 9-12.

[38] Shepherd., op. cit.  157.

[39] Hechos 2: 4, 11.

[40] Ver James B. Shelton, Mighty in Word and Deed: The Role of the Holy Spirit in Luke-Acts. (Peabody, MA: Hendrickson Publishers, 1991). 208 pp. Su tesis fundamental es que el interés primario de Lucas en cuanto al Espíritu Santo tiene que ver con la unción para el testimonio en vez de la conversión, es convincente y bien argumentado.  Ver los escritos de R. Menzies en relación a este tema y los de F. Arrigton en su comentario de Hechos.  También su artículo “The Indwelling, Baptism and Infilling with the Holy Spirit: A Differentiation of Terms”, Pneuma 3 (Fall 1981): 1-10.

[41] Ver Lucas 2.

[42] Lucas 4:18-19

[43] James B. Shelton., op. cit. 128.

[44] Lucas 3:16.

[45] Lucas 1:5

[46] Lucas 1:8

[47] Roger Stronstad.  The Charismatic Theology of St. Luke.  Hendrickson, 1984. Pág. 51

[48] Ibid.

[49] Hechos 1: 22.

[50] Orlando E. Costas.  El Protestantismo en América Hoy: Ensayos del camino (1972-1974).  Costa Rica: Publicaciones INDEF, 1975. 90.

[51] Cheryl Bridges Johns, Pentecostal Formation-A Pedagogy among the Oppressed.  Sheffield: Sheffield     Academic Press, 1993.  94-95. Sims, Power with Purpose.  102.

[52] Sims, Power with Purpose.  106.

[53] Johns., op. cit., 95.

[54] Costas., Op. cit., 91.

[55] Hechos 2: 12.

[56] Hechos 4: 7.

[57] Darío López. Predicación sobre Hechos 2.  Semisud Agosto 2000.

[58] Hechos 2: 33

[59] López., op. cit.

[60] Stanley J. Samartha, The Filioque Clause in Ecumenical Perspective, 1979. 259.

[61] Johns., op. cit. 136.

[62] Hechos 2: 37b.

[63] Joseph D’ Souza, The Scriptures, the Church and Humanity: A Missions Map for the Church in the New Millenium.  Iguassu: WEF Mission Commision, Iguassu Missiological Consultation, October, 1999. S – 3.

[64] Ibid., S-3.

[65] John Driver. Images of the Church in Mission.  Ontario: Herald Press, 1997. 194.

[66] Richard Shaull, Waldo Cesar. Pentecostalism and the Future of the Christian Churches. Michigan: Eerdmans, 2000. Pág. 205.

[67] Samuel Solivan. The Spirit, Pathos and Liberation: Toward an Hispanic Pentecostal Theology. Sheffield: Sheffield Academic Press. 1998. 108.

[68] Lesslie Newbigin. The Gospel in a Pluralist Society.  Michigan: Eerdmans, 1989.  137.

[69] Hechos 4: 33