EL PENTECOSTALISMO
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CYBERJOURNAL FOR PENTECOSTAL CHARISMATIC RESEARCH

"EL PENTECOSTALISMO, EN LA FUERZA DEL ESPÍRITU"

   

Bernardo L. Campos M.

   

El movimiento pentecostal es una de las experiencias religiosas más importantes del siglo. Este hecho ha sido reconocido por el catolicismo y por los diversos protestantismos de América latina y en el mundo cristiano.

Se trata tanto de un fenómeno socio-religioso mundial cuanto de un movimiento alternativo en la vida y misión de la Iglesia cristiana. El Pentecostalismo es, ante todo, un movimiento religioso y no una "denominación" u organización religiosa. Aunque existen comunidades religiosas autodenominadas "pentecostales" y grupos religiosos conocidos como "carismáticos" en el seno del catolicismo, es el movimiento de lo Pentecostal lo que los dinamiza y produce sus expresiones orgánicas y visibles.

La presente coyuntura política en América latina ha generado tal debate público en torno a la Iglesia, a las sectas y a la libertad religiosa, que se hace necesario una caracterización de las diversas expresiones religiosas tipo --entre ellas, las del Pentecostalismo-- que permita tener una visión teológica coherente y facilite el diálogo ecuménico sobre bases más seguras.

Las siguientes cuatro consideraciones permitirán un primer acercamiento a la comprensión del movimiento Pentecostal como un signo de la fuerza del Espíritu.

 

1.   UN MOVIMIENTO DE ESPIRITUALIDAD

En la explicación de los propios "pentecostales", el Pentecostalismo no es un simple fenómeno socio-religioso, o un mero producto del expansionismo político-religioso del capitalismo financiero norteamericano. [1]

Para los pentecostales, el Pentecostalismo es la consecuencia religiosa y de fe de la Acción de Dios por su Espíritu Santo que irrumpió en Pentecostés en el siglo I de la historia cristiana (Actos 2-4; Luc. 24:49; Joel 2:27-32) y se extendió de oriente a Occidente. Como movimiento el Pentecostalismo trasciende la pertenencia eclesial exclusiva, y se presenta desde dentro del cristianismo como una acción divina a través de diversas prácticas religiosas tipo.

Desde el punto de vista teológico, lo pentecostal, en América Latina como en cualquier otro país del mundo, es una experiencia religiosa de lo Divino. Como experiencia religiosa, representa una prolongación ritualizada del suceso pentecostal originario (Actos 2, 10, 19) cuya pretensión y necesidad es la de expresar la esencia del cristianismo --para el caso, la "pentecostalidad fundante"--(2), en la intensidad de una espiritualidad repetitiva de la vida cristiana primitiva, que hace las veces de mito fundacional.

Lo significativo del hecho es que como movimiento de espiritualidad es constituyente de identidades. Ser "Pentecostal" como ser "católico" o ser "protestante", es una manera de ser en sociedad .(3)  Como movimiento espiritual, la pentecostalidad no tiene fronteras ni de clase ni de ideología, ni de territorio ni de confesión. Tiene la capacidad de permear diversas clases sociales frecuentemente antagónicas y procesos históricos radicalmente opuestos. En América Latina, donde lo religioso es lo determinante o donde la secularización tiene más bien connotaciones de protesta social,(4) el movimiento pentecostal ha producido un impacto social y ha asumido formas culturales que amenazan con desestructurar la hegemonía religiosa del catolicismo romano en América Latina.

Los casos de Brasil, Chile y algunos países de América Central, han dado ya más de un dolor de cabeza a clérigos y políticos. En Guatemala, El Salvador y Nicaragua, por ejemplo una forma de pentecostalismo ha sido utilizada por avanzadas del neo-conservadorismo y fundamentalismo norteamericano para acrecentar y/o controlar las tensiones políticas en la región. )Qué es lo que está en juego tras la aparente guerra de religiones? No es sino la oportunidad para afirmar identidades sociales, proyectos y programas histórico-políticos y la búsqueda de afirmación de antiguas y nuevas hegemonías por medio de la religión.

2.   UN MOVIMIENTO DE PROTESTA

-    La herencia Wesleyana

Un significativo número de estudiosos consideran que el "avivamiento wesleyano" (gestor del metodismo y otras denominaciones santificacionistas) de la Inglaterra del siglo XVII es el antecesor inmediato del pentecostalismo moderno.(5)  La tesis histórica señala que el pentecostalismo surgió de los "círculos de santidad" norteamericanos, como una derivación del pietismo inglés de implantación americana.

-    Un radical comportamiento religioso

A diferencia de los ingleses del siglo XVII, el metodismo americano sustituyó su ética social por una ética individualista y el "milenarismo"(6)  por la filantropía.(7)  Según Richard Niebuhr, "los hermanos Wesley--forjadores del movimiento wesleyano-- reemplazaron el concepto del Reino (de Dios) por el símbolo del cielo" y vieron el pecado como un relajamiento y un vicio individual y no como una opresión o un desajuste social.

El pentecostalismo en cambio, nacido de una profundización de la vida espiritual y religiosa, eliminó la filantropía de las obras, sin más arreglo, el lugar del pecado, pero no llegó a desligarse del individualismo heredado de las sociedades misioneras de origen.

Sin embargo, no son solamente consideraciones de orden teológico e histórico las que explican la ética y moral pentecostales. Sociólogos de la religión contemporáneos acusan por el contrario, determinaciones sociales y económicas. Les es usual entender el pentecostalismo como una forma de respuesta a la situación de anomía social  (8) y una manifestación religiosa que acompaña a los procesos de inmigración, industrialización y urbanismo en América latina (Así, E. Willems, Christian Lalive D'Epinay, P.F. Camargo, M. Marzal).

El pentecostalismo es, para otros, la expresión religiosa de una determinada ética social y económica. Sociólogos de la religión como Francisco Cartaxo Romil (brasileño) y Jean Pierre Bastian (suizo-francés), señalan que el pentecostalismo es la religión de las camadas pobres de la sociedad y se explica en la dinámica de las relaciones sociales del modo de producción capitalista que le imprime su sello a su condición de clase y a su ideología .(9)

En todos los casos, el pentecostalismo aparece como una respuesta a la necesidad del pueblo de crear y ordenar contextos simbólicos propios para dar sentido a la realidad y para ordenar la conducta en la vida cotidiana.

Siendo pues un "sistema simbólico", el pentecostalismo--como a su turno lo fueron los catolicismos de cristiandad y nueva cristiandad en América Latina, los protestantismos "históricos"  y de misión, los socialismos y los populismos-- significó y significa aún, para los oprimidos del continente, una alternativa de satisfacción religiosa al trauma de la conquista y colonización que desestructuró lo social con la utilización de la religión y de las manifestaciones de lo sagrado entonces vigentes.(10)

Bajo la forma de una "protesta social" y una utopía de liberación, el movimiento pentecostal nos recuerda movimientos históricos como el de Taki Onqoy en la sociedad andina del siglo XVI (Huamanga 1560-1570) en el Perú .(11)  El punto de comparación entre uno y otro debe verse en su apocalipticismo (idea del fin del mundo con trastornos históricos radicales) más bien que en el comportamiento religioso que en el caso de los "taquiongos" fue de tipo mesiánico y justiciero. Es precisamente ese apocalipticismo pentecostal, junto con una ideología de santificación (conciencia del pueblo elegido, prevalencia de un líder carismático con autoridad divina, rechazo de la vida mundanal) lo que lo moviliza y explica que el pentecostalismo adopte una ética de separación del mundo que pone al grupo elegido "fuera" de la trama social y lo coloca algunas veces de espaldas al cambio social. Fenómeno conocido hoy como "huelga social".

Con todo, la misma realidad de pobreza de América latina y la nueva coyuntura mundial (Globalización, neo-liberalismo, etc.) ha obligado a las comunidades pentecostales a ponerse de cara a la realidad. Tanto en Perú como en otros países del Continente, los pentecostales vienen participando activamente en la sociedad civil, recreando formas de participación otrora rechazadas (participación política, acción social).

Ese rechazo al mundo organizado, ese aparente aislamiento (fugamundi), que toma formas de un rigorismo ético (no tomes, no fumes, no bailes, consérvate puro, etc.) y de "sociedades sustituidoras" de la sociedad real, no es sino una respuesta a la marginación de la que son objeto por parte de las sociedades religiosas predominantes y de los grupos de poder económicos y políticos. Categorías y caracterizaciones del pentecostalismo en la dirección de una huelga social, hoy resultan anacrónicas. Asistimos a una edad madura del pentecostalismo en la que cada vez se siente con más fuerza la necesidad de que seamos los sujetos protagonistas de nuestra propia historia.

3.   UN MOVIMIENTO POPULAR

No hay estadística que soporte el vertiginoso crecimiento demográfico de los pentecostales. Según David Stoll, "un tercio de la población en América Latina será protestante el próximo siglo, frente al 10 ó 12 por ciento actual".(12)

En Brasil, los pentecostales constituyen el 70 por ciento del protestantismo brasileño; en Chile pasan del 14 por ciento de la población; en las Bahamas forman también el 10 por ciento de la población, y en el Perú son el 70 por ciento del protestantismo evangélico que en su conjunto hace un 7 por ciento de la población. Número considerable si se tiene en cuenta el predominio de la Iglesia Católica que gozó, hasta no hace mucho, del amparo y favor de ciertos Estados de América Latina .(13)

Se calcula que en Centroamérica (Guatemala, El Salvador, Nicaragua) el pentecostalismo alcanzará el 2000 hasta el 25 por ciento de la población.

El pentecostalismo se ha caracterizado por su fuerte arraigo popular, dando lugar a más de una discusión sobre la vigencia de las formas religiosas tradicionales como los protestantismos y catolicismos oficiales.(14)

Los pentecostalismos, como las Comunidades Eclesiales de Base (CEB), constituyen verdaderas iglesias populares, en dos sentidos: en el sentido de tener su base social en el pueblo, y en el de asumir una identidad y un proyecto socio-político en el que el pueblo como una unidad orgánica es agente de cambio social con mediación de las formas religiosas.

Sin embargo, en el hecho que una multitud de campesinos, obreros, estudiantes pobres: marginales y numerosos gitanos se convierten diariamente a Dios por el camino pentecostal, en lugar de porcentajes, conflictos religiosos o incrementos sectarios, hay que ver más bien espacios sociales en los que, tras la forja de una iglesia verdaderamente popular, se haga posible la afirmación de una identidad nacional amplia y pluralista, la búsqueda de formas alternativas de vida democrática así como un factor imprescindible de transformación social.

Ese carácter "popular" del pentecostalismo, tiene consecuencias directas para la transformación del propio Campo Religioso. Hechos como una estructura financiera autónoma (no dependiente de Europa, América o Asia); una liturgia en la que prevalecen los vehículos y las mediaciones culturales de la religiosidad anterior por sobre los contenidos sustanciales de la tradición cristiana antigua (hebrea, griega, latina); una vivencia comunitaria que facilita la socialización, personalización y la participación social de los practicantes, y una solidaridad orgánica con los sectores menos favorecidos de la sociedad --característicos de los pentecostalismos-- están a la base de una profunda transformación social del continente.

Mezcla de proletariado urbano, cultura popular y movimiento de masas, el pentecostalismo es el único sector del protestantismo que se puede identificar con el fenómeno continental conocido como "realidad popular" .

4.   UN MOVIMIENTO DE CAMBIO SOCIAL

En la actual composición del Campo Religioso de América Latina, el pentecostalismo --como toda otra experiencia religiosa carismática de resurgimiento-- mantiene una doble relación frente a la sociedad civil. Por un lado, mantiene relaciones de oposición con la oficialidad religiosa (Iglesia Católica, Protestantismo histórico) y por otro, relaciones de transacción con los Estados corporatistas en proceso de des-estructuración, y aún con los Estados en proceso de reestructuración como lo fue el de Nicaragua y Chile de los años 70

La motivación fundamental de esta lucha en dos frentes, es la generación de Nuevas hegemonías y la afirmación y consolidación de otras antiguas. En cualquiera de los frentes, lo que está en juego no es la sociedad civil propiamente, sino la sociedad política (profesional o emergente) que busca representar, incluso por caminos religiosos, proyectos y aspiraciones tan diversos como antagónicos.

No es ninguna afirmación temeraria anunciar la posible equivalencia simbólica --en niveles diferentes-- entre los pentecostalismos y los grupos mesiánicos de corte político y los de corte religioso. Son esas formas religiosas las que van promoviendo a largo plazo, alternativas creadoras de socialismo y las que resisten, después de todo, "colapsos de esperanza" tras la pérdida de batallas como la de Nicaragua en la que cristianos y sandinistas intentaron recrearla o "desesperanza" como las que promueven grupos de interés, tras el "derrumbe" de los socialismos.

En América Latina el pentecostalismo asocia, pervive y canaliza modos de ser de movimientos indigenistas y contingentes de inmigrantes en búsqueda de construir identidad. incluso, como en el caso chileno, las expansiones del pentecostalismo y de los socialismos son cronológicamente paralelas  así como tácticamente coincidentes.(15)  Hay que reconocer también, que muchas de las relaciones de transacción dieron lugar a clientelismos políticos por parte del Estado con la Iglesia y a clientelismos religiosos por parte de los grupos religiosos con la sociedad civil vía legitimación del Estado.

Actualmente algunos intérpretes del fenómeno religioso peruano han sugerido la hipótesis de una probable relación de mutua influencia entre los grupos religiosos emergentes y un tipo de capitalismo de nuevo cuño. hipótesis que recuerdan el estudio de M. Weber sobre la ética protestante y el espíritu del capitalismo. Como se sabe, Weber había puesto énfasis en las actitudes más amplias inherentes al carácter de cada religión (para el caso la ética del Calvinismo) que dirigen las motivaciones y actividades económicas. no que los preceptos religiosos tengan un efecto directo sobre los diferentes tipos de comportamiento económico, sino que tienen la capacidad --en términos religiosos e ideológicos-- para legitimar el desarrollo de nuevas motivaciones, actividades e instituciones que no estaban incluidas en las opiniones e impulsos originales.

Pero si la tesis Weberiana fue aplicable a ciertos sectores del protestantismo europeo y americano, muy difícilmente es aplicable al protestantismo latinoamericano. Menos aún al pentecostalismo en razón de su condición social mayormente proletaria y a su "urgencia escatológica (creencia en la llegada inminente del Reino de Dios, ya ahora) y en razón de las actuales variaciones y fluctuaciones del capitalismo internacional.

Así pues, lejos están los pentecostalismos de contribuir proporcionalmente al llamado "capitalismo popular" o de posibilitarlo, a menos que sea en la forma de consumidores y de "mano de obra" disponible. Las razones a mi juicio son las siguientes: No es el ascetismo sino el "misticismo" lo que predomina entre los pentecostales. No es el ahorro, sino el "derroche" el que es patrón cultural, en razón de que lo poco que recibe como salario no es ahorrable y de que representa simbólicamente el valor de su vida hecho moneda ("fetichización"). No es el trabajo el que puede ser considerado como vocación y profesión pues lo que predomina entre los protestantes es la desocupación y la marginalidad que incluso adquiere formas de auto-negación co-redentora. De modo que cualquier posible relación con la tesis Weberiana tiene aquí su contraparte negativa. Lo que se evidencia más bien con el pentecostalismo, es la relación de mutua influencia entre la ética pentecostal y el espíritu de los socialismos, o de algún sistema que no sea precisamente el capitalista.

La capacidad transformadora del pentecostalismo no reside sin embargo, en su coherencia doctrinaria, sino en su apertura a nuevas prácticas sociales en momentos decisivos y definitorios de una sociedad en transición.

Nacido pues al calor de una histórica lucha simbólica y real contra los catolicismos y protestantismos oficiales así como contra los dogmatismos político-partidarios, el pentecostalismo latinoamericano, ha mostrado condiciones de mediación simbólica para lo que podría ser la afirmación de la esperanza proletaria y un modo de ser nacional. Quienes lo combaten, sean religiosos o políticos, lo hacen porque temen les compita la sociedad civil o porque se han dado cuenta que podría representar un antiprograma en la sociedad política. A la pregunta sobre el nivel en que les toca "jugárselas", si en el de la sociedad civil o si en el de la sociedad política, la respuesta obvia es en las dos. Con todo, es en la sociedad civil donde el pentecostalismo deberá decidir el futuro del país y de su participación social. Si esta es la visión de los pentecostales con su mínima participación en la sociedad política, habrían visto con claridad por donde pasa la eficacia de su rol. No es, me parece, la hora de engrosar la clase política, sin un tránsito necesario por las organizaciones sociales. Hay allí una oportunidad histórica de largo aliento que habría que maximizar en nuestros países de la región. Y esto es posible precisamente en la fuerza del Espíritu que hace posible la renovación de todas las cosas.


(1) Tal teoría de la conspiración es rechazada por los pentecostales y considerada como una común reducción política de la teoría religiosa.

(2)  Bernardo Campos, "Hacia una teología de la Pentecostalidad de la Iglesia". Buenos Aires: Conferencia pronunciada ante la Fraternidad Teológica Latinoamericana, 1988.

 (3) Carlos Rodríguez Brandao, "Ser Católico: Dimensioes Brasileiras. Um Estudo sobre a atribuiçao da identidade a traves da religiao", América Indígena. Vol XLV. Nro 4 (Oct-Dic) 1985: 691-722.

 (4) José Míguez Bonino, "La Piedad Popular en América Latina", Cristianismo y Sociedad, Año XIV, Nro 47, 1976: 39-48.

 (5) Walter Hollenweger, El Pentecostalismo. Historia y Doctrinas. Buenos Aires; La Aurora, 1976:7; Donal W. Dayton, Theological Roots of Pentecostalism. USA: Zondervan Publishing House, 1987: 115-141.

 (6) Creencia religiosa de un período, literal o simbólico, de 1000 años de un Reino de Paz sobre la Tierra en la que Cristo y su Iglesia gobernarán el Mundo.

 (7) Richard Niebuhr, The Social Sources of Denominationalism. 1920: 65.

 (8) Relajamiento de la moral tradicional, crisis de normas y valores aceptados consensualmente o impuestos en una determinada formación social. 

 (9) F. Cartazo Rolim, Pentecostais no Brasil. Uma Interpretaçao do Protestaismo Brasileiro. Río de Janeiro: Voces, Jean Pierre Bastian, Breve historia del Protestantismo en América Latina. México: CUPSA, 1986; Gamaliel Lugo, Base Social del Pentecostalismo Latinoamericano. Buenos Aires: Encuentro Pentecostal Latinoamericano (EPLA), 19-22 de Abril, 1989.a

 (10) Cf. Steve Stern, "El Taki Onqoy y la Sociedad Andina" (Huamanga, siglo XVI), Allpanchis, Vol VXI, Nro 19, 1982: 49-77; Marco Curatola, "Mito y Milenarismo en los Andes: Del Taki Onqoy a Inkarri", Allpanchis, Vol. X, 1977: 65-92.

 (11) Según cable de EFE (Washington 17 Abril) publicado en El Comercio 17.04.1990.

 (12) Cf. Ivan Vallier, Catolicismo, Control Social y Modernización en América Latina. Buenos Aires: Amorrortu Editores, 1970: 17 y nota.

 (13) Orlando Costas, "La Misión y el Crecimiento Numérico de la Iglesia: Hacia una misiología de las masas y minorías" CELEP, Ensayos Ocasionales, 1976: 13.

 (14) Algunas iglesias pentecostales en Europa reciben financiamiento del Estado. Aunque no es este el caso de América Latina, es conocido el apoyo que el General Pinochet ha dado a la Iglesia Evangélica en Chile.

 (15) Christian Lalive D'Epinay, El Refugio de las Masas. Estudio Sociológico del Protestantismo Chileno. Santiago: El Pacífico, 1968:276

 

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